Una docena de estos expertos -parapetados con arneses y trajes especiales- vaciará en profundidad y por primera vez todos sus recovecos. La idea, según cuentan, surgió cuando varios exploradores descendieron a la gruta a principios de año y, al tocar fondo -una sala de 25 metros cuadrados llena de corrientes de agua- se encontraron un vertedero. «Entonces contactaron con el Ayuntamiento y pidieron el material necesario para sacar todo aquello», recuerda Ricardo Ituarte, el alcalde de Santurtzi. La operación supondrá para las arcas municipales un coste de 5.000 euros. Pero merece la pena. «La sima tiene, en realidad, 40 metros de profundidad, pero con tanta basura sólo se ven 25», cuenta Bengoetxea. «Su ubicación, tan apartada, ha favorecido los vertidos, y es una pena, porque tiene un descenso muy bonito», lamenta el espeleólogo. Vistas privilegiadas El acceso, de hecho, es inmejorable. Vistas incluidas. Y es que la sima se ubica a escasos diez minutos del centro urbano, en el borde derecho de una de las últimas curvas del camino que llega al monte Serantes desde el barrio de Mamariga. En la actualidad, está cercada por una fina alambrada verde que, al parecer, no ha resultado suficiente obstáculo. «¿Porqué no la cierran con una valla que sólo los espeleólogos y la brigada puedan abrir?», se preguntan algunos profesionales. Pero el Ayuntamiento no tiene previsto dotar a la zona de ninguna protección extraordinaria. Además, sostiene que estos vertidos son complicados de controlar. «Sobre todo, en pleno monte», recuerda el máximo edil. «Nos conformamos con que la gente tome conciencia y, después de tanto trabajo para limpiarla, no vuelva a las mismas», concluye.